Tres árboles de espaldas

MIRAR UN PAISAJE EN LA DISTANCIA
Movimientos acompasados
978-84-09-41390-4

J. L. Godard en su libro Pensar entre imágenes, decía que si uno se decide a filmar a alguien que ama, más vale empezar por filmarlo de espaldas, y que en todo caso, si se hace de cara, sería bueno imaginar que tiene una espalda. También decía que en ciertos momentos, el paisaje te permite pensar de otra manera, porque cuando se filma, por ejemplo, un árbol, la relación frente-espalda no es la misma. Se llegó a plantear si se podría filmar un árbol de espaldas. Es una manera de abrir la discusión, decía, porque no tiene sentido filmar un paisaje o un árbol de frente o de espaldas. Pero es algo que ayuda a pensar.

Hay unas campas en Azkorri, enfrente del Malakate Agirre, bordeadas por el camino de Gorrondatxe que lleva hasta la playa. Es un lugar al que llegué por casualidad, buscando una buena vista del monte Serantes. El camino va ascendiendo en curva, suavemente. Cuando se llega a lo más alto, se puede encontrar una buena panorámica de Getxo, con los montes al fondo. Desde allí y mirando a la izquierda, desciende el terreno hasta cortarse con otro que comienza a ascender hasta llegar a la cota en donde se sitúa el Malakate. Son dos praderas que se unen en forma de U. Están conectadas por una vaguada que marca los diferentes lindes de los terrenos. Siguiendo la hondonada, se ha plantado una hilera de árboles que hace más evidente la división de las parcelas. A la derecha está el mar, pero desde ahí no se alcanza a ver.
He vuelto al lugar después, en varias ocasiones, atraída sobre todo por esa hilera de árboles. Siempre hay caballos pastando y hace poco llegaron las cabras. Los perros de los caseríos son muy escandalosos. Ladran bastante.

De un tiempo a esta parte han cercado más los prados y no puedo acercarme todo lo que me gustaría a los árboles que marcan el cambio de inclinación en la hondonada. Me gustaba estar allí. Cerca de un árbol que tiene forma de avestruz. Sus hojas se mueven de forma graciosa al agitarse al viento. Parecen plumas espesas. Contrastan con las hojas de los dos eucaliptos que tiene a los lados, las cuales son más finas y puntiagudas. Este verano vallaron también las zonas de la pradera que limita con el camino que lleva al Malakate Agirre. Supongo que para que no se escapen las cabras.

Los límites que marca el vallado me obliga a mirar de lejos. Pienso que la valla es un elemento que reafirma el concepto de paisaje porque es eso que separa y hace mirar en la distancia. Marca desde dónde hay que mirar. La valla no es una metáfora. Si acaso, puede ser un símil si lo comparamos con las retículas que se utilizan en los clásicos visores para encajar la composición. Es madera y alambre que dibuja cuadrados. Creo que es eso lo que me hace volver nuevamente. Otros días. Como un reproche y una obstinación. No quiero saltar la valla. Prefiero ponerla en evidencia; y hacerla desaparecer con la mirada. También quiero hacerme cargo de que está allí. Es un poco mi responsabilidad.

Cada día que visito el lugar, y a pesar de las vallas, me parece que puedo mirar de manera más aproximada. Mi mirada se va llenando de una historia. Cada día una capa nueva. Entonces, es posible que la mirada se engrose hacia afuera del ojo, llegando a obtener lo que se llama un ojo saltón. Me coloco pegada a la valla y lo que hago es dejar saltar al ojo para estar un poco más cerca. Y gracias a ese meterse en carnes de la mirada, mirar deja de ser algo exclusivo de la distancia para comenzar a formar parte de mi cuerpo y sus quehaceres, capaz de interferir, no sin cierta agresividad, en las señales de luz que llegan de lejos.

Los árboles no se miran porque no tienen ojos, pero hacen algo parecido gracias al viento. Su movimiento, irremediablemente agitado por un entorno vital compartido, provoca un discurso acompasado y medido en ese desorden que parece darse en los follajes. No pierden el ritmo.

Estos árboles en fila, encaran el sur. Su espalda da al norte. Son el campo y el contracampo de la pintura. Me pregunto si esto existe o si no. Supongo que de darse el caso, la luz se hace bloque de color.

Nota: El trípode de la cámara que registra el lugar siempre se coloca torcido porque todo está en cuesta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este libro recoge a modo de ensayo visual el trabajo pictórico Tres árboles de espaldas, realizado por Veva Linaza para su exposición en la Galería J. M. Lumbreras de Bilbao, del 9 de junio al 22 de julio de 2022.
Las imágenes aquí presentadas se encuentran contextualizadas en un lugar muy concreto, cercano al Malakate Agirre de Azkorri en Getxo, Vizcaya. El lugar lo definen tres árboles (eucaliptos), que, no obstante, no serían nada sin el resto de árboles que están plantados a ambos lados de ellos; en fila india.
Algunos algo más desordenados.